5 de noviembre de 2007

Digresión de un individuo común (II)

“Un suspiro corta el silencio. Las lágrimas sólo dejan rajas en la cara del dolor de las gentes. El hambre limpia el mundo y ensucia las conciencias de los que ni siquiera soñaron tenerla. Hoy es el día mundial de la alimentación. Los periodistas estrellas de la radio no dejan de anunciarlo en sus cadenas”.

2 de noviembre de 2007

Wilco, la última vanguardia de la tradición

Es fácil acudir a sonidos cercanos, canciones que nos recuerdan a otras bandas que nos han gustado anteriormente, y que en cierta forma siguen viviendo dentro de nuestro subconsciente musical. Quizá, mi primer acercamiento a esta formación de Chicago fue así. Sus reminiscencias en las melodías a un viejo aroma folk y country, propio de los primeros álbumes de Dylan o de los tiempos del “Harvest” de Neil Young, contrastan con guitarras originales y exultantes que responden a una nueva psicodelia más cercana a las resonancias del “OK Computer” de los Radiohead, con toques free jazz que dan colores vanguardistas a su creaciones, y pinceladas del pop armónico más clásico de The Beatles. La combinación a primera vista parece perfecta, pero no sólo es así. Si hay algo que distingue a este grupo es la intensidad y emoción de sus canciones, cargadas en todo momento de ingenio, técnica y una luminosidad disfrazada de aparente sencillez.

Y todas estas influencias no son más que una manera de intentar definir un producto musical realmente inclasificable y contemporáneo, alejado de parámetros comerciales, y que ha seguido una fastuosa evolución desde sus inicios en 1995 con el álbum “A. M.”. Y esta progresión continúa en su último larga duración: “Sky blue sky”. Esta apoteósica grabación, que es imposible que deje indiferente a nadie, supone la segunda parte a su anterior trabajo de estudio “A Ghost is Born”, interrumpido por “Kicking Televisión - Live in Chicago”, su espectacular disco en directo, que demuestra la potencia en su puesta en escena. Para los que tengan la suerte de verlos en vivo, la semana que viene estarán por España, concretamente en Barcelona, Madrid, Bilbao y Zaragoza.




Digresión de un individuo común (I)

“Era insoportable ver como se hacía el gracioso. Nunca conocí a nadie con tan poco sentido del humor como él. Su receta era bien sencilla: un poco de sal para las heridas, un látigo para autoflagelarse, dos visiones extraídas de un espontáneo brainstorming, alguna teoría perceptual, remover y servir. Algún estúpido cocinero televisivo pondría una ramita de perejil para adornar el plato, sin embargo nosotros preferíamos dejarlo así, aunque en reposo para que cogiera el punto de cocción… La verdad, no era mal tipo, sólo que a veces costaba digerirlo”.


Homenaje a un poeta


Volverás a mi huerto y a mi higuera:
Por los altos andamios de las flores,
pajareará tu alma colmenera,
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas,
de los enamorados labradores,
alegraras la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado,
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas,
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas,
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma,
compañero.

Miguel Hernández

28 de octubre de 2007

Hot Dog Ciempiés Meets Camperos

Queridos todos y todas, el Hot Dog Ciempiés se desplaza a esta dirección de youtube: http://www.youtube.com/watch?v=0xAU3AQyvAo. En este espacio hemos logrado mejorar la calidad del vídeo, y estamos intentando que este milagro de la ciencia alcance cuotas de máxima notoriedad, así que os invito a que lo difundáis a vuestros amiguitos y amiguitas. Por favor, si deseáis recibir información pormenorizada sobre este hallazgo, consultad antes con vuestro psicoanalista particular.

27 de octubre de 2007

Trilogía de hormigón más una: Una mirada


"Me detengo en las miradas, me escapo detrás..." (M. García)
Foto tomada en una mañana de agosto en un viaje de Berlín a Praga

26 de octubre de 2007

Trilogía de hormigón más una: Una llamada

Justo en aquel momento sonó el teléfono. Virginia. Quería verme, o lo que era lo mismo, quería desahogar toda su presión en mí, o lo que se interpretaba también como una tarde salvaje de sexo. Acepté sin ningún reproche. Me gustaban aquellos encuentros. Desnudos, piel contra piel, hablábamos sobre utopías y problemas existenciales. A ella le gustaba follar conmigo y a mí me encantaba su ombligo. Sus pies, redondos y pequeños, eran cepillos de dientes en sus puntas. Su vagina era débil y delicada, lo que hacia del coito una mezcla amarga y placentera. La maraña de su pelo se enredaba en mi mano, primero por la cabeza, suave, descendían mis dedos hasta sus diminutos pechos, suave, llegaba hasta su barriga estremecida por un semiorgasmo fetichista, suave, acariciaba con mi boca la endidura de una cueva de mar profunda y frondosa, áspera y gelatinosa. Su cuello era la inspiración de cualquier artista sin importar clase y orden. Su mirada era descanso. A mí me encantaba follar con ella, y a ella le gustaban mis dedos.

No existía mucha distancia de mi casa a la suya. Tanto oxígeno no era bueno para mí. Aturdido, enclaustrado, mis vértebras no dejaban expulsar ni una gota de él. Mis uñas estaban negras. Mi cerebro vacío. Mi cuchilla de afeitar en paro, y las letras ya no lograban sacar ni un pelo a la desesperación. A la derecha se encontraba su portal. Encendí un cigarro antes de subir, no quería infectar de humo su pequeño planeta. Su atmósfera, compuesta de inciensos marroquíes y extractos de metano de cualquier cocido, contrastaba con el rojo chillón de sus paredes. Sobre el techo una bombilla desnuda daba luz a los escasos metros de habitación. Una cama, una pequeña tabla de madera sostenida por dos caballetes de aluminio, una alfombra verde sobre el parqué, y discos compactos y de vinilo tirados por el suelo, eran el laboratorio en el que diluía la vida de Virginia.

Toqué dos veces a su interfono. Como de costumbre abrió sin mediar palabra. Sin más argumento, me introduje en el húmedo recibidor del edificio. No hizo falta llamar al ascensor, él mismo se había preocupado de hacer de guía en mi viaje cósmico. Señalé con mi dedo índice la dirección: el 5. Una luz amarilla se iluminó en él y las puertas se cerraron automáticamente. Siempre he odiado los ascensores. Me aburren si voy sólo, y me incomodan si alguien me acompaña. Creo que serían el mejor soporte para una buena campaña publicitaria de ámbito local. Mi pequeño paseo al espectro galáctico llegó a su fin. La salida abrió a la par, cada una a un lado, sin chirridos ni reproches, sin concesiones al tiempo ni a la espera. Lentamente, puse pie en un nuevo universo, en una llanura espacial separada años luz de la realidad. Torpemente, revisé la nueva tierra prometida. Talving Sing sonaba a lo lejos. Ella era el flautista y yo la rata que seguiría su sonido. El juego funcionaba, poco a poco, paso a paso, golpe a golpe, me acercaba hasta la comadreja. Una luz difusa se dejaba entrever en la pequeña ranura que siempre dejaba avisar su puerta. Mis manos apartaron firmemente cualquier escollo de madera del camino. Las sombras se pronunciaban, el Doctor Galigari había llegado para curar la plaga que corroía a la humanidad. La compleja sencillez, la diosa escurridiza de las manos de Newton, la belleza autiana estaba de espaldas a mí. Desnuda. Sencilla. Silenciosa.

Trilogía de hormigón más una: Un acordeón

Sus pies rozaban el suelo. Sus uñas asomaban a través de las agujereadas suelas de sus zapatos acariciando el tacto de la ciudad. Nadie como ellas daban cuenta de la suciedad de la calles, de los chicles aplastados en la acera, de las cagadas de los perros, de los vómitos de los borrachos. A su paso vidas automáticas en su engrasado mecanismo. De un lado a otro, sin sentido, sin destino aparente, sin sonido con el que armonizar su movimiento. Con la mirada perdida en los coches que pasaban en la avenida, rogaba tener fuerzas para soportar otro duro invierno. La colilla de su cigarro le advirtió que ya era hora de comenzar, y así levantó de la caja que protegía a su gastado acordeón. Esta reliquia del cuarenta heredada de su abuelo, que vivió días calurosos, tiempos de opulencia y felicidad de los que ahora sólo se podían redimir, hacia vibrar de melancolía al trasiego de la esquina de San Bernardo con Palma. El sonido de la ciudad como base a su melodía, la indiferencia el mejor aplauso a su actuación, y la música, de nuevo la música, la raíz que hacía que sus uñas se clavaran a la acera para buscar el profundo manantial de agua subterránea que le darían la vida. Como un baile ritual, sus manos acariciaban las teclas con la intensidad del amante explorador de una nueva conquista. Lentamente, sus dedos se dejaban llevar por un lujurioso pentagrama balcánico de memoria y pasión, de sed y de frío, de locura y deseo. Sus ojos se cerraron y el mundo seguía andando, el carnaval en una esquina de la ciudad, y en su máscara la felicidad de saber que su melodía nunca sonaría como antes.

24 de octubre de 2007

Trilogía de hormigón más una: Un café

Una soleada mañana de otoño entro con Elena a desayunar a la cafetería más cercana a la oficina. Apoyados en la barra, ella relee por encima las noticias del periódico gratuito, y yo dedico todo mi esfuerzo en mantener los párpados abiertos. -Lo mismo de siempre-, pronunciamos al unísono. El camarero llena de café el estirado mango de la máquina, y al instante dos cortados matutinos lloran su amargura en dos tazas. Entre el ajetreo del bar y el ensordecedor sonido de la cafetera, el teléfono de Elena resuena en su bolso. Sorprendida por lo prematura de la llamada, lo coge. Su expresión cambia conforme transcurre la conversación. Su cara se ilumina. Sus ojos dejan lagrimear su alegría. Cuelga, y no tarda en contarme el febril acontecimiento: su hermana está esperando su primer niño. Ya están los cafés. Remuevo el azúcar, mientras me cuenta los pormenores que ha sufrido en la fecundación. Llegan las tostadas, a la vez que los recuerdos conmovedores en las palabras de mi compañera. Al fondo, en la televisión, la actualidad anuncia la esperada pelea política por el cheque bebé, y los resultados de la jornada de fútbol. Parece que no hay tregua para disfrutar de una noticia única. En el bolsillo de mi pantalón vibra mi móvil, apuro el último suspiro del cortado, y atiendo a mi llamada. Me quedo mudo. No sé que decir. Una sonrisa tonta escapa de mi boca. Mi padre ha muerto. La vida se va en un café, y yo no tengo palabras para expresar mi dolor. Confuso, miro mi taza, aún quedan los posos que se ahogan entre la negrura del líquido. Vuelvo a sonreír, ahora sé que siempre sobreviven los recuerdos. Elena me pregunta si me pasa algo, y yo le digo que no. En la pantalla salen imágenes de la última patera que ha llegado a Almería. Hay muchos emigrantes. Todos parecen tener frío.

20 de octubre de 2007

El Regreso

Queridos amigos y amigas: Igual que el gran Raphael regresa a los escenarios, yo sigo sus huellas y vuelvo a esta tribuna de opinión con mi cabeza abierta, y mis cepillos de dientes afilados. Os espero a todos en este ciberespacio psicotrópico (y si quieren nos vemos el 1 de diembre en el Teatro Maestranza de Sevilla para ver a este pedazo de artista) .

Digan lo que digan...

30 de marzo de 2007

Emición Desnuda (II)

Somos emoción desnuda.
El vértigo. El disfraz. El vapor.

Somos un segundo de vida.
Un minuto de muerte. Un año de ventisca.

Somos el abrazo eléctrico.
La sal. La resaca. La primavera.

Somos la música callada.
El acorde sordo. La melodía infinita.

Somos la trilla de agosto.
El calor de la piel. El manantial hecho sexo.

Somos la mirada inquieta.
El espejo de praderas eternas. El destello de luz que ciega.

Somos el instante marchito.
El fusil descargado. El disparo sangriento.

Somos sin habitar.
Sin ser. Sin ti.

Somos emoción soñada.
De una noche. De un momento. De un amanecer.

Emoción Desnuda (I)


Foto tomada durante un viaje escolar en el inicio de otra primavera

Carnicero Musical

Sé que me puede la pasión. Sé que aún pervive mi espíritu de grupi en celo detrás de su artista de moda. Sé que soy excesivamente subjetivo cuando hablo de Quimi Portet… Pero sé, que es el músico más eternamente grande que existe en este país. Dicho esto, no voy a dejar de exaltar mis mejores elogios sobre el nuevo disco de este astro intercomarcal, “Matem els dimarts i els divendres” (matamos los martes y los viernes), así que quién se haya planteado leer este artículo como una crítica imparcial y depurada, que sepa que no, estas palabras son un auténtico panfleto por y para la propaganda de este artista.

Como le caracteriza tras su separación de El Último de la Fila, sus discos no paran de indagar en su universo surreal y vanguardista, reinventándose continuamente para ofrecer sonidos diferentes en cada una de sus obras. En oposición a su anterior e irreverente trabajo, “La terra és plana” (toda una declaración de intenciones), en el que desglosaba parte del santoral y llamaba a las tribus con el peculiar sonido de timbal, a la vez que destrozaba sus manos en los rasgados de guitarras; “Matems…” ofrece un sonido limpio y depurado en el que sobresalen las guitarras acústicas puras y arpegiadas, sobre melodías sugerentes que tienen el sello indiscutible del autor. Aún así, Portet no deja escapar su ironía y regala letras milagrosas en todas sus canciones, como la que inspira el título del disco, que como ha confesado el músico la sacó en una de sus visitas a una carnicería.

Ya me gustaría a mí probar los psicotrópicos que consume este hombre, porque a buen seguro no deben defraudar como no lo hacen sus LP. Como ya hiciera en “Cançoner electromagnètic”, Portet ha compuesto, interpretado y producido en su integridad todo este nuevo disco, grabándolo también en su propio estudio. Sin duda, el control que tiene sobre todo el proceso creativo le hace obtener una obra absolutamente personal, y en la que se permite hacer y deshacer lo que le venga en gana. Bien es cierto que hay que ser un “ex-” para permitirse ciertos lujos, un ejemplo lo tenemos en el tema de arranque del álbum “bum bum bum”, que no termina de ser una gracia de colegas a las que ya nos tiene acostumbrado, pero… en fin… No iba a criticar. Recordando a los antiguos discos de los 60, la duración de las canciones deja ganas de más, si bien la mayoría de los temas ronda los dos minutos, especialmente en temas potentes como “Aparteu les criatures” que pide a gritos que continúe su guitarra eléctrica.

Realmente alejado de las tendencias de su antiguo compañero de formación musical, Portet demuestra que no hay fórmulas mágicas en su música, principalmente porque nunca la has tenido, y en cada ocasión se aleja del paso dado anteriormente aportando algo nuevo a su carrera y a este género menor que es el pop-rock.

Disfruten del mejor solomillo de este carnicero musical.

26 de marzo de 2007

Inercia

El tiempo nos lleva. Nos hace efímeros y fugaces. Sin darnos cuenta se bebe los años, y nos deja una copa vacía para emborracharnos. Un flujo maldito que nos hace presos de nuestra propia felicidad, y nos da por resaca los años gastados. Suena el clic con obturación 5.000, y nos devuelve a la luz de otros años, al negativo reverso de la realidad. Un instante. Un momento. Una máquina de recuerdos para activar el engranaje de la memoria. Pero pronto se olvida. Los sueños, los anhelos, se van sin despedidas, con la conciencia tranquila de que ya nadie le preguntará cómo y por qué. Y así seguimos follando, sin pasión, sin alma, sin vida. Esclavos de nuestro propio sexo. Atados de por vida a la masturbación portátil, al semen que quita la sed de la impaciencia pero que no la colma. Ahora cierro los ojos y puedo ver el futuro, como un prestidigitador televisivo, como un anuncio que explora el alma. Todo es igual que hoy, y nada es diferente a mañana. Suena la música, y la instrumentación se hace intensa. Con el contrabajo me pierdo en su mástil sin fronteras. La voz es rasgada, y me invita a cantar “It´s more than rain”. Mi espíritu de perdedor se enajena, pero quiere seguir perdiendo. El metálico acordeón se va con la lluvia, y mis palabras se agitan en la coctelera y llenan una copa cónica de un estupendo Dry Martini. Lo bebo, y afirmo que su inventor tuvo que ser un prodigioso borracho, mejor aún, un lúcido y angustiado borracho. La aceituna se hace apetitosa, y ayuda a pasar el afilado licor. Ahora muero por dentro, me desangro entre praderas rojas, me ahogo entre lavanderas marroquíes limpiando ropajes en un río claro y puro. Parece que llegó la calma. El sonido del agua se va por mis venas y riega mi alma salvaje. Todo es textura fílmica. Todo es silencio.

Ya nadie es inerte.
Ya todo es inercia.

El Eslabón Perdido

Que Radiohead ha sido la banda que ha revolucionado el decrépito rock de los noventa, eso es indiscutible. Que discos como “Kid A” o “Amnesiac” son realmente sublimes y han sembrado los parámetros de lo que es un nuevo planteamiento en los postulados de la música popular, es otra evidencia. Que han sido influencia de posteriores grupos, sirviendo como punto de inflexión entre dos épocas, es otra reflexión que creo acertada y exacta. La gran pregunta es… ¿Por qué no se ha continuado con el camino abierto por la banda de Thom Yorke en un sentido público? O mejor, ¿Por qué no se ha constituido una nueva generación iniciada por los Radiohead?

Beatles, Rollings o Creadence, en su momento, sembraron las bases sobre las que ha girado la música pop – rock en prácticamente todo el planeta. Con más o menos acierto, su influencia fue derivando en estilos y tendencias musicales que hoy aún se mantienen vigentes en bandas como Belle & Sebastian o Blur, así como formaciones patrias como La Buena Vida o La Habitación Roja. A esta popular insurrección, le seguirían otras muchas tendencias y estilos, desde el determinante glam abanderado por Bowie, a la psicodélia de Pink Floyd, pasando indudablemente por bandas de corte más duro como la maravillosa Velvet Underground, Led Zepellin o Ramones. Todos construyeron una generación dorada y añorada, que hoy provocan un cierto hastío entre el público más vanguardista.

Quizá la nostalgia de estas bandas obsoletas, sea uno de los motivos que no nos permita vislumbrar con la intensidad necesaria a los nuevos creadores que nos acontecen. Mientras que hace escasamente unos años íbamos a pasar la tarde a una tienda para intentar descubrir las novedades existentes en el mercado, hoy los buscadores de Internet nos proporcionan de forma gratuita la música introduciendo las palabras claves a la búsqueda deseada. Pero… ¿Cómo considerar a los integrantes de esta nueva generación de músicos que obtienen su mayor difusión a través de un servidor de descargas musicales? ¿La primera generación de la red? ¿La generación tecnológica? ¿La generación sin generación?

Hoy podemos encontrar innumerables tendencias, a cual más dispar y exuberante. Músicas de cualquier rincón del mundo, una gran gozada para cualquier público. Sin duda, liberalizar los aranceles culturales es siempre bueno, pero corremos un peligro con todo esto. La suma de muchos colores acaba formando el negro, un negro difuso que nos deja degustar la pigmentación de las distintas tonalidades que se funden. Creo que hay que estar abierto a todo lo que podamos encontrar por el ciberespacio, sin embargo, también creo que estamos dejando de degustar cosas realmente interesantes por el ansia de querer abarcarlo todo. El IPOD es un gran avance en las técnicas de almacenamiento y de escucha musicales, sin embargo, en ciertas ocasiones pretendemos llenar de gigas nuestro reproductor sin pensar que los gigas son sonidos, melodías y en definitiva, sentimientos en clave de Sol que hay que interiorizar y adecuar a nuestro esquema mental.

Lo bueno que había en la década de los 60 y 70, además de la propia música, era la identificación que se daba gracias a la repercusión provocada por medios de comunicación como la radio. Hoy las actuales radioformulas, no dejan de vendernos basura y de exprimir los éxitos de ayer, haciendo los 60 un cliché infumable y de “la movida madrileña” una pesadilla inacabable. Así, si te pica la curiosidad, tan sólo te queda un papel y un boli para apuntar lo que te pongan en Radio 3, y descargarte lo que puedas a través de Internet. Claramente el proceso de recepción e intercambio musical ha cambiado, pero los motivos por los que no hay una definición o etiqueta con la que comercializar nuevos productos se desconocen. El cambio social nos ha aislado físicamente, y por el contrario nos ha interconectado a través de un PC. Quizá seamos más libres así, y seguramente estemos viviendo un momento realmente dorado, que desde mi entender lo es, sin embargo, a mi me da la sensación de que nadie se está enterando de lo que pasa. Tenemos la oportunidad de asimilar nuevas concepciones musicales y nos dedicamos a acaparar. Vivimos en una constante permutación de sonidos y esquemas armónicos, y lo único que parece realmente nuevo y bueno es lo ocurrido hace 30 o 40 años. Tenemos la oportunidad de compartir todo lo que tengamos en nuestros discos duros con todos, y el todo está diseminado por las entrañas de la red sin ser capaces de sesgarlo adecuadamente. Esta claro que algo falla.

Parece que estemos sumidos ante un eslabón perdido en la cadena evolutiva de la socialización y sensibilización musical. Resulta claro que existen intereses en no comercializar ciertas tendencias que a buen seguro acabarían ahondando en la población. Es más fácil tener idiotizada a la gente, que hacerle pensar para avanzar en sus concepciones culturales, e indefectiblemente vitales. Un buen ejemplo lo tenemos en la publicidad, dónde escuchamos muchísima música muy alejada de los circuitos comerciales, y generalmente al target receptor les queda gana de seguir escuchando el tema del spot. Todo evoluciona, y si los grandes imperios de la comunicación nos dejan, la música mostrará el cambio que se ha desarrollado desde que decidieron que no interesaba mostrar más. Puede resultar absurdo, pero quizá necesitemos aunar esfuerzos bajo una etiqueta, para hacer ver a los mass media que no somos tan tontos y manejables como nos pintan. Tarde o temprano se definirá la revolución silenciosa que el mundo de la música está experimentando, hasta ese día seguiremos disfrutando cada uno en nuestros casas de lo que pasa.

… Sólo pretendía escribir un artículo sobre el disco de Thom Yorke en solitario, “The Eraser”. Me da pena que se quede en un gusto de unos pocos.

26 de febrero de 2007

Mudanza

Ayer cambie mi vida de dirección. Llené cajas vacías con discos, libros, accesorios informáticos, fotos… Utensilios que van de un lado a otro sin ningún parecer, absortos del nuevo destino que les espera. La cruel nostalgia se embala con las alegrías y tristeza del pasado que ya no va a volver. Un equipaje cargado de recuerdos, de otras vidas que forjaron su peso. Es difícil cerrar puertas, darle un zarpazo a lo que has sido, y a lo que seguramente vas a seguir siendo, a lo que te arrancó el corazón y se quedó con él. Pero el que fue tu hogar se queda ahí, vacío, callado, como pensativo, como ansioso de saber quién será el próximo que acudirá a la llamada de un cartel titulado, “Se alquila”. Sus paredes buscan un nuevo inquilino, pero en ellas, el vapor de la humedad destila en ginebra los sueños de su pasado, combinando con risas el amargo sabor del tiempo. Un tiempo frágil. Una frágil sonrisa. Una sonrisa que se convierte en lágrima. Una lágrima que reivindica una despedida. Hay despedidas que se dan con abrazos, pero hay abrazos que son invisibles y permanecen en la memoria como un resorte infinito. Sólo puedo llega a una conclusión, hay que abrazarse mucho.
Es cruel hacer mudanza, más aún cuando dejas cosas que no vas a volver a recuperar.

23 de enero de 2007

Con la Mirada Perdida en el Horizonte

Continuamente interactuamos con experiencias y sensaciones que nos llegan a mostrar lo que en líneas generales parece que es la realidad, aunque lo único realmente cierto es el tacto con las vidas, que nos dan el punto de giro con el que dar vueltas y no marearnos. Este universo cíclico se activa totalmente cuando introducimos otro elemento más, el de la memoria. Recordar nos hace regresar, y cuando ya hemos vuelto, regresamos. Esta espiral infinita es la que hace que con la madurez estemos más cerca de las cosas sencillas. Algo complicado en los días que corren, más aún cuando estamos al borde de la deshumanización más absoluta. Hoy, charlar con la vecina se ha convertido en un milagro, dar los buenos días un suplicio, y sólo se nos encoge el estómago durante el instante que pasa a nuestro lado una ambulancia. No se trata de educación, sino de distancia. Cada día cerramos más fronteras entre los hombres, se erigen banderas de nosotros mismos para hacer de nuestra patria el lugar dónde pisan nuestros pies.

La actualidad nos vende toda clase de inventos sofisticados para ser más libres o autosuficientes, pero éstos no hacen más que condenarnos a la dictadura del consumo. Nuevas tendencias que nos ofrecen toda clase de adelantos, pero aún ninguno de ellos ha conseguido la meta principal y más deseada por el ser humano, la de la felicidad. El medio rural con su supuesto atraso en materias fundamentales en la concepción del mundo moderno, ha conseguido ganar una gran batalla a la ciudad, la de las personas. Cualquier vecino de un pueblo en vías de desarrollo, abre su puerta para hacer de la conversación la herramienta con la que interpretar la vida. Este utensilio ni se compra, ni se vende, sólo se palpa. Su utilidad es milenaria, y la garantía no es necesaria sellarla porque no tiene caducidad.

Este es un valor seguro y en alzo en los tiempos que corren, y es necesario tasarlo y respetarlo como ejemplo para nuestras vidas. Sólo es necesario saber mirar para darse cuenta que ya no somos lo que queríamos ser. Nunca he querido abrir los ojos, sin cerrar antes cualquier tipo prejuicio a mi visión. Quizá, esta apreciación pueda tener un ápice de sensatez dentro de un contexto periodístico, pero nadie es más ciego que el que no ve, o mejor, nadie ve menos que el que se que queda esperando a saber cómo serían las cosas, por eso hay levantar la cabeza y observar sin tapujos lo que nos rodea. Nunca es tarde para perder la mirada en el horizonte de la sencillez… Y lo mejor, es gratis.

Inocencia sin caramelos


¿Quién no ha perdido la virginidad? ¿Quién no sabe leer? ¿Quién no se ha roto su corazón en pedazos? ¿Quién dejó de escuchar sus sueños? ¿Quién no se ha dejado llevar por la música? ¿Quién no se ha tirado un pedo en público? ¿Quién no ha sido un criminal alguna vez? ¿Quién no ha hecho un viaje iniciático? ¿Quién es Tom Waits? ¿Quién es Picasso? ¿Quién no ha desperdiciado su dinero? ¿Quién no ha pensando en desperdiciarlo? ¿Quién no ha sido un cobarde? ¿Quién no se droga? ¿Quién no se ha equivocado sin marcha atrás? ¿Quién no ha hecho la “marcha atrás”? ¿Quién no ha querido ser otro? ¿Quién no ha pensado en los demás? ¿Quién ha sido libre? ¿Quién lo ha conseguido? ¿Quién es feliz? ¿Quién no ha estado en Sicilia?

Los Aviones (II)

Es tarde y se hizo de día, menos mal que está nublado. Se acabó, todo lo que había, hoy queda un cigarro mojado. Porque quiero dormir y soñar con ella, mientras por afuera pasan los aviones... No quiero que se termine. No quiero que me abandones.

Andrés Calamaro

Los Aviones (I)


Bajo mi techo pasan aviones a todas horas. En todas direcciones. En todas las alturas. Nunca llego a alcanzar sus alas. Me cuelgo de su estela para perderme en sus residuos. Su veneno es mi paz. Su sonido, la música. Viajo hacia destinos imaginarios, como pasajero de un vuelo invisible, como turista sin postal de su destino. Herido por sus turbulencias. Sin paisaje que fotografiar. Sin recuerdos que borrar. Entre los cortinajes se distingue el perfil de Sicilia, o quizá Malta. Nunca he estado en estos lugares. Nunca he sufrido de alucinaciones clandestinas. Me abrocho el cinturón. Me agarro a mi angustia. Tengo ganas de gritar, y lo hago. Vomito sobre mis pantalones. Todo es verde. Nada es nada. Ahora vuelvo a remar sobre las nubes. Su densa capa me escupe el frío de la altura. Un triste tango de Gardel me acompaña a lo lejos. El carnaval del mundo sobre mis pies automáticos. La azul oscuridad sobre mis manos de barro. La soledad en mi piel. Mis lágrimas lloran su duelo. A todas horas veo aviones sobre mi cabeza y me pregunto por el milagro de volar. Algún día iré subido en alguno de ellos… Puede que me duerma.