26 de febrero de 2007

Mudanza

Ayer cambie mi vida de dirección. Llené cajas vacías con discos, libros, accesorios informáticos, fotos… Utensilios que van de un lado a otro sin ningún parecer, absortos del nuevo destino que les espera. La cruel nostalgia se embala con las alegrías y tristeza del pasado que ya no va a volver. Un equipaje cargado de recuerdos, de otras vidas que forjaron su peso. Es difícil cerrar puertas, darle un zarpazo a lo que has sido, y a lo que seguramente vas a seguir siendo, a lo que te arrancó el corazón y se quedó con él. Pero el que fue tu hogar se queda ahí, vacío, callado, como pensativo, como ansioso de saber quién será el próximo que acudirá a la llamada de un cartel titulado, “Se alquila”. Sus paredes buscan un nuevo inquilino, pero en ellas, el vapor de la humedad destila en ginebra los sueños de su pasado, combinando con risas el amargo sabor del tiempo. Un tiempo frágil. Una frágil sonrisa. Una sonrisa que se convierte en lágrima. Una lágrima que reivindica una despedida. Hay despedidas que se dan con abrazos, pero hay abrazos que son invisibles y permanecen en la memoria como un resorte infinito. Sólo puedo llega a una conclusión, hay que abrazarse mucho.
Es cruel hacer mudanza, más aún cuando dejas cosas que no vas a volver a recuperar.