24 de julio de 2008

Retrato de familia


Jordan


Noemí


Moisés


Reflejos de una realidad


Atardecer en el Plan


Con barbas y a lo loco


La limpia vidrios


En el micro


Corte en la carretera




Cableado


Samaipata



Dame descanso


Un mes en el Plan 3000

El tiempo pasa demasiado rápido, sobre todo cuando disfrutas de lo que haces.
En un mes en esta loca ciudad de Santa Cruz de la Sierra me ha dado tiempo a todo (o a casi todo): A reír y a llorar, a indignarme y a callarme, a sentirme útil y excesivamente inútil, a caer enfermo y a enfermar de vida, a echar de menos y saber que tienes de más… En definitiva, a ser feliz en la tristeza del tercer mundo. Paradojas que se hacen inevitables en una ciudad que basa su funcionamiento en desigualdades visibles que van de lujosos condominios (nada envidiables a cualquier edificio señorial de Europa), a casas de adobe y chabolas de lata con ventilación natural; o de gente que simplemente tiene una alimentación digna (y no entro en exquisiteces), a otra que no pueden llamar comer a lo que injieren.
Un mes apasionante en el que no hemos dejado descansar a la cabeza, y mucho menos a la energía que la mueve, de conocer gente, historias, casas llenas de inmundicia, niños juegan al Monopoly con más dinero que el que nunca tendrán, ritmos pausados que desesperan a mi impaciencia, de tocar la espalda del mundo con mi torso de ciudadano del hemisferio norte, de entender algo más el sistema que hace mover a la civilización de consumo a la que pertenezco, a comprender que la vida es más que palabra e imagen… A fin de cuentas, la vida es mucho más que vida.
Aquí estamos y aquí seguimos, cumpliendo un sueño que cabalga a ritmo de cumbias y cantantes de karaokes, sereno desde la montaña reflexiva que me hace escarbar en la oscura sima de mi interior, y siempre intentando descubrir la razón por la que estoy aquí… Eso es lo bueno, es imposible saberlo, por eso engancha.