5 de noviembre de 2009

EN LAS CALLES SIN NOMBRE. En la 19 Muestra Internacional de cine de Palencia


"En las calles sin nombre" en la 19 Muestra Internacional de cine de Palencia. 5 de marzo, a las 18:00 horasm en Sala de Proyecciones de la Fundación Díaz Caneja.

EN LAS CALLES SIN NOMBRE (resumen)


15 de mayo de 2009

La lucha de un gigante

Si hay algo que cada día disfruto más al oír una canción es la capacidad que tienen para transportarte en el tiempo, dejándote clavado en un estado atemporal y metafísico, extraño y fantástico a la vez, que has vivido y que regresas a él con el vicio y la sabiduría de los años. Memoria sensitiva que se reproduce en fotogramas congelados de extrema felicidad o tristeza, a veces divertida y, otras muchas, cruel. Antonio Vega fue uno de los que ha conseguido esto mismo, y durante un tiempo representó para mí algo más que un puñado de buenas canciones con las que reír o llorar.
“El chico triste y solitario”, que hacía que su fragilidad muchas veces se convirtiera en vigor, y que nos ayudaba a pensar con letras cargadas de belleza y sosegada reflexión vital, ha dejado clavados versos que me dieron la capacidad de entender que la música popular que hoy escuchamos es más (y debe seguir siendo) que una estructura musical en 4x4 sacada del círculo de quintas, con textos facilones para el ancho público. Un tipo de una sensibilidad extrema, de un talento exquisito, y de una carga emocional que muy pocos (y menos hoy), han sabido darle a una canción pop - rock en castellano. Por mucho que le hayan querido etiquetar ha permanecido alejado a las definiciones propias de su generación, siempre bajo una estética intimista y a veces liberadora que le daban una concepción artística muy particular. Quizá, el haber pertenecido a la revolución madrileña, le imbuyó de lleno en la atmósfera de una sociedad de cambio, que, como a otros muchos, le hizo quedarse en ella. La heroína le ancló a los 80 para siempre, y ella fue también la que le dio ese carácter introspectivo y distante, que al menos para mí, le hacían más enigmático. Su adicción le (y nos) robó una parte de su creación, con discos inacabados en los que entre tinieblas se vislumbrada un radiante universo sonoro y léxico. Sin embargo siempre brindaba una joya que nos hacía entender que seguía ahí, en la lucha, en su particular lucha de gigantes.
Va a ser imposible olvidar momentos sublimes vividos con canciones como “Esperando Nada”, “Atrás”, "Una Décima de Segundo", “Pasa el Otoño”,”A Medio Camino”, “Tuve que Correr”, por señalar sólo alguna de ellas. Su muerte me ha hecho viajar por el espacio tiempo de mis raíces, al sitio de mi recreo, al patio de colegio en el que presumáis del vinillo que te habías comprado el día anterior, y que era un pequeño tesoro en tu poder. Hoy ya no se compran discos, y por fortuna, la música ha dado un giro radical de un tiempo a esta parte. Todo continúa, el mundo y las canciones se seguirán dejando llevar por la inercia del tiempo, y ya sea en CD o en el ipod, hay de artistas que no pueden faltar para que continúen haciéndonos vibrar nuestros días… Antonio Vega es uno de ellos, le echaremos de menos.

6 de mayo de 2009

Cambio Climático


Templos y Flores


Prisas en la Via del Corso


Músicos de piedra


Esta sesión fotográfica tomada en mi caminar por Roma me evocó a un texto que escribí hace un tiempo en "Trilogía de Hormigón más una". Aquí os dejo la parte titulada "Un Acordeón", habla de un tipo como éste (yo lo imaginé sin bigote y más sucio, en fin, se puede transforma en photoshop...)
"Sus pies rozaban el suelo. Sus uñas asomaban a través de las agujereadas suelas de sus zapatos acariciando el tacto de la ciudad. Nadie como ellas daban cuenta de la suciedad de la calles, de los chicles aplastados en la acera, de las cagadas de los perros, de los vómitos de los borrachos. A su paso vidas automáticas en su engrasado mecanismo. De un lado a otro, sin sentido, sin destino aparente, sin sonido con el que armonizar su movimiento. Con la mirada perdida en los coches que pasaban en la avenida, rogaba tener fuerzas para soportar otro duro invierno. La colilla de su cigarro le advirtió que ya era hora de comenzar, y así levantó de la caja que protegía a su gastado acordeón. Esta reliquia del cuarenta heredada de su abuelo, que vivió días calurosos, tiempos de opulencia y felicidad de los que ahora sólo se podían redimir, hacia vibrar de melancolía al trasiego de la esquina de San Bernardo con Palma. El sonido de la ciudad como base a su melodía, la indiferencia el mejor aplauso a su actuación, y la música, de nuevo la música, la raíz que hacía que sus uñas se clavaran a la acera para buscar el profundo manantial de agua subterránea que le darían la vida. Como un baile ritual, sus manos acariciaban las teclas con la intensidad del amante explorador de una nueva conquista. Lentamente, sus dedos se dejaban llevar por un lujurioso pentagrama balcánico de memoria y pasión, de sed y de frío, de locura y deseo. Sus ojos se cerraron y el mundo seguía andando, el carnaval en una esquina de la ciudad, y en su máscara la felicidad de saber que su melodía nunca sonaría como antes"

22 de abril de 2009

Adolfo Langa, "Sistema"

Video Clip de "Sistema", uno de los temas del segundo disco de Adolfo Langa, "Viaje a Yelabú". Con guión, dirección y producción de Ignacio Sánchez, Jorge Peña y Auxi Barea.

30 de marzo de 2009

Las cosas del campo (IV)


Dónde, siempre, cuándo, cómo,
adverbios que son alas, que son vida
en la esperanza. En un lugar cualquiera,
en este jardín mismo. En lo eterno de un beso,
una hora cualquiera, noche y día.
El cómo, dejárselo al momento:
A menos que sea nunca y es mi pena.
(José Antonio Muñoz Rojas)

Las cosas del campo (III)


"¿Quién pone puertas al campo?..." (José Antonio Muñoz Rojas)

Las cosas del campo (II)

Ahora que lo pienso bien
lo que me pasa es lo que no me pasa
Qué es lo que me pasa, Dios mío?
Que no me pasa nada. Por eso
me quedo así, sin hacer nada.
Sabes lo que haces, o lo que dices
cuando dices, sin hacer nada?
Puede no hacerse nada? Sería
nada, lo que tú haces, Dios mío?
Nadie y nada. Es eso todo?
(José Antonio Muñoz Rojas)

Las cosas del campo (I)

"...un montón de objetos perdidos es la vida."
(José Antonio Muñoz Rojas)

16 de marzo de 2009

Doña Betty: Reír por no llorar

Doña Betty es una de las muchas mujeres que sacan adelante a su familia en el Plan 3000. Cuando la conocí su marido había marchado hace escasas semanas a Argentina en su particular Dorado. Su caso es un ejemplo tipo en este lugar. Tras pasar toda su vida en el campo, con necesidades pero buscando la forma de esquivarlas, ella y su enamorado llegan a la ciudad dónde la plata parecía que podía florecer en cualquier parte. Más bien al contrario, lo que nació se pudrió rápido, más de lo que ella podría esperar, y el paisaje de su vida se convirtió en un oscuro bodegón lleno de lirios marchitos. Y así, el siguiente paso llegó irremediablemente. Un amigo de su esposo le ofrece un trabajo en el extranjero en el que va a ganar mucho más. Otra vez la decisión, y otra vez se vuelven a lanzar a probar fortuna, pero esta vez él sólo. Hablando con ella ríe contando sus miedos, y encaja en su cara una sonrisa para ocultar lo que le pasa por su cabeza: que quizá su marido no vuelva nunca más, que se olvidará de ella y de sus cinco hijos, y que con el olvido dejará de recibir la platita que generosamente le manda todos los meses. Y también sabe que ahora tiene que trabajar más, pegando bordados con la plancha para vender blusas que parezcan más lujosas, que puede que desatienda más de lo normal a sus hijos, y que así llegen a juntarse con pandillas de maleantes que le lleven al pegamento… Como fantasmas, aparecen todas sus inquietudes en medio de una discreta sonrisa de complicidad y desasosiego, entre la desconfianza de hablar con un extraño y la necesidad de querer contar su futuro. Y es que ya conoce lo que les ha pasado a otras como ella, compañeras quizá del comedor o vecinas de la misma calle, ella lo ha visto y lo ha escuchado, y entiende que hay pocas probabilidades y menos esperanzas en que su marido vuelva, y muchas más de las que desearía, en que no regrese su maltrecha felicidad.
Doña Betty cuenta a todos los miembros de su familia. A su suma total le resta uno. No sabe aún si es una simple operación matemática, y o si es el resultado total a la ecuación de sus días. Quizá su caso no sea exacto, pero es una fórmula que día a día se repite en zonas como ésta en las que la necesidad aprieta de forma extrema.

2 de febrero de 2009

La hora de la verdad (reflexiones sobre un montaje)

Y parecía que había regresado… Después de un tiempo pensando en cómo hacer, qué decir, qué no decir, cual poner, cual quitar, de dónde sacar y a dónde llegar… Llega el momento de la verdad, y en toda regla además. Ahora no sólo me enfrento a un montaje, esto no es un corte o un cross dissolve, un acelerado a 2000%, ahora hay que relatar verdades o mentir de la forma que menos se note, intentar descifrar que miradas no le hacen falta música de fondo, a construir secuencias sobre la base de lo infrahumano, a entender que la vida no es un código de tiempo exacto. Ver todo el material me ha hecho viajar de nuevo (es increíble la capacidad que tienen las imágenes para transportar a lugares y estados de ánimo), pero sobre todo me hace conocer más el sufrimiento de la gente que durante unos días me acompañó con el único fin de ayudarme a contar la historia de sus días. Ahora soy más consciente, y quizá mucho más sensible, de lo vivido en el Plan 3000. Es como si una extraña máquina te diera la oportunidad de viajar a ese “extraño lugar” en el que estuviste, y te permitese meter el dedo en la yaga otra vez. Es muy difícil dejar clips de vídeos en la librería, más cuando insospechadamente alguno de ellos te regala alguna metáfora mágica que viviste sin darte cuenta. Uff, esto acaba de empezar, sé que queda mucho, pero también sé que va a ser una de las experiencias más duras y apasionantes que me ha brindado la vida. Prometo disfrutarlo.