23 de enero de 2007

Los Aviones (I)


Bajo mi techo pasan aviones a todas horas. En todas direcciones. En todas las alturas. Nunca llego a alcanzar sus alas. Me cuelgo de su estela para perderme en sus residuos. Su veneno es mi paz. Su sonido, la música. Viajo hacia destinos imaginarios, como pasajero de un vuelo invisible, como turista sin postal de su destino. Herido por sus turbulencias. Sin paisaje que fotografiar. Sin recuerdos que borrar. Entre los cortinajes se distingue el perfil de Sicilia, o quizá Malta. Nunca he estado en estos lugares. Nunca he sufrido de alucinaciones clandestinas. Me abrocho el cinturón. Me agarro a mi angustia. Tengo ganas de gritar, y lo hago. Vomito sobre mis pantalones. Todo es verde. Nada es nada. Ahora vuelvo a remar sobre las nubes. Su densa capa me escupe el frío de la altura. Un triste tango de Gardel me acompaña a lo lejos. El carnaval del mundo sobre mis pies automáticos. La azul oscuridad sobre mis manos de barro. La soledad en mi piel. Mis lágrimas lloran su duelo. A todas horas veo aviones sobre mi cabeza y me pregunto por el milagro de volar. Algún día iré subido en alguno de ellos… Puede que me duerma.

1 comentario:

Todo a Cien dijo...

según atraviesas nubes vas cogiendo experiencia y cuando te bajas del avión te das cuenta que tiene algo más adherido a tu vida. y si te duermes...no te preocupes...al despertar la experiencia puede ser también maravillosa.