30 de marzo de 2007

Emición Desnuda (II)

Somos emoción desnuda.
El vértigo. El disfraz. El vapor.

Somos un segundo de vida.
Un minuto de muerte. Un año de ventisca.

Somos el abrazo eléctrico.
La sal. La resaca. La primavera.

Somos la música callada.
El acorde sordo. La melodía infinita.

Somos la trilla de agosto.
El calor de la piel. El manantial hecho sexo.

Somos la mirada inquieta.
El espejo de praderas eternas. El destello de luz que ciega.

Somos el instante marchito.
El fusil descargado. El disparo sangriento.

Somos sin habitar.
Sin ser. Sin ti.

Somos emoción soñada.
De una noche. De un momento. De un amanecer.

Emoción Desnuda (I)


Foto tomada durante un viaje escolar en el inicio de otra primavera

Carnicero Musical

Sé que me puede la pasión. Sé que aún pervive mi espíritu de grupi en celo detrás de su artista de moda. Sé que soy excesivamente subjetivo cuando hablo de Quimi Portet… Pero sé, que es el músico más eternamente grande que existe en este país. Dicho esto, no voy a dejar de exaltar mis mejores elogios sobre el nuevo disco de este astro intercomarcal, “Matem els dimarts i els divendres” (matamos los martes y los viernes), así que quién se haya planteado leer este artículo como una crítica imparcial y depurada, que sepa que no, estas palabras son un auténtico panfleto por y para la propaganda de este artista.

Como le caracteriza tras su separación de El Último de la Fila, sus discos no paran de indagar en su universo surreal y vanguardista, reinventándose continuamente para ofrecer sonidos diferentes en cada una de sus obras. En oposición a su anterior e irreverente trabajo, “La terra és plana” (toda una declaración de intenciones), en el que desglosaba parte del santoral y llamaba a las tribus con el peculiar sonido de timbal, a la vez que destrozaba sus manos en los rasgados de guitarras; “Matems…” ofrece un sonido limpio y depurado en el que sobresalen las guitarras acústicas puras y arpegiadas, sobre melodías sugerentes que tienen el sello indiscutible del autor. Aún así, Portet no deja escapar su ironía y regala letras milagrosas en todas sus canciones, como la que inspira el título del disco, que como ha confesado el músico la sacó en una de sus visitas a una carnicería.

Ya me gustaría a mí probar los psicotrópicos que consume este hombre, porque a buen seguro no deben defraudar como no lo hacen sus LP. Como ya hiciera en “Cançoner electromagnètic”, Portet ha compuesto, interpretado y producido en su integridad todo este nuevo disco, grabándolo también en su propio estudio. Sin duda, el control que tiene sobre todo el proceso creativo le hace obtener una obra absolutamente personal, y en la que se permite hacer y deshacer lo que le venga en gana. Bien es cierto que hay que ser un “ex-” para permitirse ciertos lujos, un ejemplo lo tenemos en el tema de arranque del álbum “bum bum bum”, que no termina de ser una gracia de colegas a las que ya nos tiene acostumbrado, pero… en fin… No iba a criticar. Recordando a los antiguos discos de los 60, la duración de las canciones deja ganas de más, si bien la mayoría de los temas ronda los dos minutos, especialmente en temas potentes como “Aparteu les criatures” que pide a gritos que continúe su guitarra eléctrica.

Realmente alejado de las tendencias de su antiguo compañero de formación musical, Portet demuestra que no hay fórmulas mágicas en su música, principalmente porque nunca la has tenido, y en cada ocasión se aleja del paso dado anteriormente aportando algo nuevo a su carrera y a este género menor que es el pop-rock.

Disfruten del mejor solomillo de este carnicero musical.

26 de marzo de 2007

Inercia

El tiempo nos lleva. Nos hace efímeros y fugaces. Sin darnos cuenta se bebe los años, y nos deja una copa vacía para emborracharnos. Un flujo maldito que nos hace presos de nuestra propia felicidad, y nos da por resaca los años gastados. Suena el clic con obturación 5.000, y nos devuelve a la luz de otros años, al negativo reverso de la realidad. Un instante. Un momento. Una máquina de recuerdos para activar el engranaje de la memoria. Pero pronto se olvida. Los sueños, los anhelos, se van sin despedidas, con la conciencia tranquila de que ya nadie le preguntará cómo y por qué. Y así seguimos follando, sin pasión, sin alma, sin vida. Esclavos de nuestro propio sexo. Atados de por vida a la masturbación portátil, al semen que quita la sed de la impaciencia pero que no la colma. Ahora cierro los ojos y puedo ver el futuro, como un prestidigitador televisivo, como un anuncio que explora el alma. Todo es igual que hoy, y nada es diferente a mañana. Suena la música, y la instrumentación se hace intensa. Con el contrabajo me pierdo en su mástil sin fronteras. La voz es rasgada, y me invita a cantar “It´s more than rain”. Mi espíritu de perdedor se enajena, pero quiere seguir perdiendo. El metálico acordeón se va con la lluvia, y mis palabras se agitan en la coctelera y llenan una copa cónica de un estupendo Dry Martini. Lo bebo, y afirmo que su inventor tuvo que ser un prodigioso borracho, mejor aún, un lúcido y angustiado borracho. La aceituna se hace apetitosa, y ayuda a pasar el afilado licor. Ahora muero por dentro, me desangro entre praderas rojas, me ahogo entre lavanderas marroquíes limpiando ropajes en un río claro y puro. Parece que llegó la calma. El sonido del agua se va por mis venas y riega mi alma salvaje. Todo es textura fílmica. Todo es silencio.

Ya nadie es inerte.
Ya todo es inercia.

El Eslabón Perdido

Que Radiohead ha sido la banda que ha revolucionado el decrépito rock de los noventa, eso es indiscutible. Que discos como “Kid A” o “Amnesiac” son realmente sublimes y han sembrado los parámetros de lo que es un nuevo planteamiento en los postulados de la música popular, es otra evidencia. Que han sido influencia de posteriores grupos, sirviendo como punto de inflexión entre dos épocas, es otra reflexión que creo acertada y exacta. La gran pregunta es… ¿Por qué no se ha continuado con el camino abierto por la banda de Thom Yorke en un sentido público? O mejor, ¿Por qué no se ha constituido una nueva generación iniciada por los Radiohead?

Beatles, Rollings o Creadence, en su momento, sembraron las bases sobre las que ha girado la música pop – rock en prácticamente todo el planeta. Con más o menos acierto, su influencia fue derivando en estilos y tendencias musicales que hoy aún se mantienen vigentes en bandas como Belle & Sebastian o Blur, así como formaciones patrias como La Buena Vida o La Habitación Roja. A esta popular insurrección, le seguirían otras muchas tendencias y estilos, desde el determinante glam abanderado por Bowie, a la psicodélia de Pink Floyd, pasando indudablemente por bandas de corte más duro como la maravillosa Velvet Underground, Led Zepellin o Ramones. Todos construyeron una generación dorada y añorada, que hoy provocan un cierto hastío entre el público más vanguardista.

Quizá la nostalgia de estas bandas obsoletas, sea uno de los motivos que no nos permita vislumbrar con la intensidad necesaria a los nuevos creadores que nos acontecen. Mientras que hace escasamente unos años íbamos a pasar la tarde a una tienda para intentar descubrir las novedades existentes en el mercado, hoy los buscadores de Internet nos proporcionan de forma gratuita la música introduciendo las palabras claves a la búsqueda deseada. Pero… ¿Cómo considerar a los integrantes de esta nueva generación de músicos que obtienen su mayor difusión a través de un servidor de descargas musicales? ¿La primera generación de la red? ¿La generación tecnológica? ¿La generación sin generación?

Hoy podemos encontrar innumerables tendencias, a cual más dispar y exuberante. Músicas de cualquier rincón del mundo, una gran gozada para cualquier público. Sin duda, liberalizar los aranceles culturales es siempre bueno, pero corremos un peligro con todo esto. La suma de muchos colores acaba formando el negro, un negro difuso que nos deja degustar la pigmentación de las distintas tonalidades que se funden. Creo que hay que estar abierto a todo lo que podamos encontrar por el ciberespacio, sin embargo, también creo que estamos dejando de degustar cosas realmente interesantes por el ansia de querer abarcarlo todo. El IPOD es un gran avance en las técnicas de almacenamiento y de escucha musicales, sin embargo, en ciertas ocasiones pretendemos llenar de gigas nuestro reproductor sin pensar que los gigas son sonidos, melodías y en definitiva, sentimientos en clave de Sol que hay que interiorizar y adecuar a nuestro esquema mental.

Lo bueno que había en la década de los 60 y 70, además de la propia música, era la identificación que se daba gracias a la repercusión provocada por medios de comunicación como la radio. Hoy las actuales radioformulas, no dejan de vendernos basura y de exprimir los éxitos de ayer, haciendo los 60 un cliché infumable y de “la movida madrileña” una pesadilla inacabable. Así, si te pica la curiosidad, tan sólo te queda un papel y un boli para apuntar lo que te pongan en Radio 3, y descargarte lo que puedas a través de Internet. Claramente el proceso de recepción e intercambio musical ha cambiado, pero los motivos por los que no hay una definición o etiqueta con la que comercializar nuevos productos se desconocen. El cambio social nos ha aislado físicamente, y por el contrario nos ha interconectado a través de un PC. Quizá seamos más libres así, y seguramente estemos viviendo un momento realmente dorado, que desde mi entender lo es, sin embargo, a mi me da la sensación de que nadie se está enterando de lo que pasa. Tenemos la oportunidad de asimilar nuevas concepciones musicales y nos dedicamos a acaparar. Vivimos en una constante permutación de sonidos y esquemas armónicos, y lo único que parece realmente nuevo y bueno es lo ocurrido hace 30 o 40 años. Tenemos la oportunidad de compartir todo lo que tengamos en nuestros discos duros con todos, y el todo está diseminado por las entrañas de la red sin ser capaces de sesgarlo adecuadamente. Esta claro que algo falla.

Parece que estemos sumidos ante un eslabón perdido en la cadena evolutiva de la socialización y sensibilización musical. Resulta claro que existen intereses en no comercializar ciertas tendencias que a buen seguro acabarían ahondando en la población. Es más fácil tener idiotizada a la gente, que hacerle pensar para avanzar en sus concepciones culturales, e indefectiblemente vitales. Un buen ejemplo lo tenemos en la publicidad, dónde escuchamos muchísima música muy alejada de los circuitos comerciales, y generalmente al target receptor les queda gana de seguir escuchando el tema del spot. Todo evoluciona, y si los grandes imperios de la comunicación nos dejan, la música mostrará el cambio que se ha desarrollado desde que decidieron que no interesaba mostrar más. Puede resultar absurdo, pero quizá necesitemos aunar esfuerzos bajo una etiqueta, para hacer ver a los mass media que no somos tan tontos y manejables como nos pintan. Tarde o temprano se definirá la revolución silenciosa que el mundo de la música está experimentando, hasta ese día seguiremos disfrutando cada uno en nuestros casas de lo que pasa.

… Sólo pretendía escribir un artículo sobre el disco de Thom Yorke en solitario, “The Eraser”. Me da pena que se quede en un gusto de unos pocos.