31 de octubre de 2006

Homenaje al Gin Tonic

Siempre he dicho que mi primer Gin Tonic fue el primero de los síntomas en el pude apreciar que la madurez estaba a punto de llegar. Su amargo y dulce sabor eran una metáfora representativa de lo que acontecería la vida a partir de ese momento. Así, para combatir y celebrar las tristezas y alegrías, nada mejor que una copa de este maravillosa brebaje. Beberse el futuro de un tirón, que tus sueños e ilusiones se reduzcan a una copa de balón blanca y burbujeante, con el contrapunto bien medio de una o varias rodajas de limón, es posible gracias a esta combinación casi perfecta. Desde el memorable día en el que conocí este néctar, me ha acompañado en momentos refrescantes y digestivos, y a veces en éxtasis de insultante felicidad gracias al delirio que da su ingesta en grandes cantidades. Los maestros de la sabiduría popular tampoco dejan de lado el Gin Tonic. El periodista, escritor y poeta malagueño Manuel Alcántara no puede vivir sin él, de hecho se siente condenado a importantes dosis diarias para no frenar su capacidad literaria; o qué decir del gran Leonard Cohen, que ha destilado con los años su voz gracias al placer de la seca ginebra. Amigos, tómense una a mi salud, y aflójense (esto lo dejo abierto a que cada uno se afloje lo que quiera), y si pueden, la próxima vez que nos veamos, me invitan a una.

Ingredientes:

- Ginebra (destilada a ser posible).
- Tónica.
- Limón: exprimido y rodaja de cáscara.

Elaboración:

Servir preferentemente en copa de balón. Llenar de hielos y derramar sobre ellos un chorreón de limón natural. No vale estrujarlo antes en un exprimidor (no me preguntéis por qué, pero no sabe igual). Restregar una rodaja de cáscara del mismo cítrico por el filo del vaso, y tirar en el interior. Verter la ginebra (al gusto). Verter la tónica en forma circular para hacer que burbujee lo máximo posible. Ingerir. Disfrutar.

Ideas absurdas (I)

Hay silencios que habitan en las palabras, por eso hay palabras que no dicen nada.

30 de octubre de 2006

Entre Ray Loriga y la Nieta de Franco


El zapping te puede llevar a extremos sensoriales realmente inquietantes. Desde lo irresponsable y nauseabundo de muchos de los programas que hoy rompen los audímetros, a los espacios para intelectuales en los que se esfuerzan por hacernos entender lo moderno que es “Amnesiac” de Radio Head, o lo grande y actual de una película como “El Apartamento”de Billy Wilder. Y es que el mando a distancia nos depara estas cosas, las ondas nos dan a elegir entre un pálido Ray Loriga entrevistando a su más pálida mujer, o a la nieta de Franco bailando enloquecidamente con todo su arsenal de carnes flácidas. La distancia que separa uno de otro producto, es mínima, un movimiento de dedo hacia uno u otro sentido, pero ¿Cuál elegir? ¿Por qué de la elección? La televisión es entretenimiento, y evidentemente, divulgación, por ello hay que ofrecer al espectador algo que le lleve a evadirse constructivamente. Parece evidente, pero esta percepción queda muy lejos para los programadores televisivos, que se empeñan en saturarnos de copias imposibles de formatos más que gastados. Sinceramente, y siguiendo con los ejemplos propuestos, las tertulias intelectuales son interesante a la hora del té y con amigos, formar a base dogmatizar de qué es bueno o que no, muestra un rancio espíritu unilateral que no aporta nada a la construcción mental de la gran mayoría de públicos; por el contrario, tampoco lo es ver cómo famosetes de medio pelo se llenan la saca haciendo el ridículo durante un rato, o despotricando contra otro con todo el odio y la violencia en su gesto. Creo que existe un punto medio en el que todos podemos estar delante del televisor sin estar cruelmente globalizados, como ocurrió en la primera edición de Gran Hermano. El tratamiento de la realidad en la que vivimos desde otros puntos de vistas (siempre omniscientes), reírse de la actualidad, o tan sólo difundir lo que a todos nos interesa en cuanto a ocio o problemas e inquietudes sociales; pueden ser un buen punto de partida para dejar de idiotizarnos delante de la gran pantalla. Pongo ejemplos: espacios televisivos de divulgación científico – cultural como “Tesis” (Canal 2 Andalucía) o “Redes” (TVE 2), formatos de entretenimientos como “CQC” (T5) -yo también añoro la impronta de Wyoming, y la sátira de sus anteriores guionistas-, la mezcla de entretenimiento y formación de “La Noche Temática” (TVE 2), series de ficción en las que no todo el mundo es feliz o no hay sangre derramada gratuitamente como “Mujeres” (TVE 2), o programas que nos adentren en realidades socioeconómicas diferentes a las que consumimos habitualmente como “Solidarios” (Canal Sur TV), son algunas de las pinceladas de las que podría llenarse nuestra televisión. No digo que espectáculos como el de Operación Triunfo (T5) no tengan su espacio, que dicho sea de paso es un gran programa, pero creo que en ellos se endulzan valores que llevan a fomentar una sociedad irreal y condenada al más absoluto de los fracasos (precisamente lo contrario a lo que aspiran). Se trata de dar prioridad a una clase de contenidos respecto a otros. La audiencia elige entre lo que tiene, no elige lo que quiere… No he visto nunca a nadie demandar espacios basuras. Sin duda, estamos ante la gran mentira de nuestro tiempo, y ante la premoción de Orwell en su libro “1.984” del que se originó Big Brother. Es mejor tenernos sin pensar, alienados a la realidad vacía de los “talk show”, y dejarnos que caigamos dormidos en nuestro sofá pensando que todo marcha bien… Pensándolo otra vez, la verdad es que la nieta de franco tenía lo suyo.

23 de octubre de 2006

Springsteen... Bull killer!

Tengo que reconocer que tenía un cierto resquemor de ir a ver a Bruce Springsteen a la ciudad de la Alhambra. La verdad es que no era para sentirlo así, más cuando se paga la pasta que costaba la entrada, pero acepté con la mera intención de rellenar uno de los casilleros que aún estaban vacíos en mi pequeña lista de conciertos de grandes estrellas del rock. Un tipo de vaqueros ajustados con paquete a lo wonderbra, pañuelo rojo en el cuello y camisa a cuadros, que es icono pacifista de un país en continúa discordia con el mundo, y con un último disco en el mercado homenaje a la música popular norteamericana; huele, cuanto menos, a hamburguesa pasada de McDonals. Aún así, había que intentarlo, y no hay nada que no me haga afirmar que fue un momento musical exquisito y emocionante.

El clima vital no podía ser más propicio después de mis últimas introspecciones en el universo musical de Johnny Cash (otro grande, pronto sacaré alguna entrada sobre él). Preparado con mi lazo metálico al cuello, y sombrero tejano robado a Dylan en su última y milagrosa aparición en Madrid, me encontraba capaz y decidido para iniciar la visita al rancho musical de Springsteen. Y así fue… Un escenario a modo de salón al más puro atrezzo de las pelis de John Ford, y dieciséis músicos acompañándolo con un instrumental plenamente tradicional, desde violines a trombones, pasando por un folklórico banjo y un piano de pared sacado del mini hollywood almeriense, hacían que el espectáculo musical estuviera garantizado. Lejos de cualquier efecto o artificio mecánico, el Boss se mostró inspirado, con una gran energía y con pleno dominio de las tablas y de los compases de su banda. Desde el primer momento supo ganarse al público, haciendo que el buen rollo fuera reciproco durante toda la actuación. Country, folk, gospel, rock´n´roll, blues… La revisión de estilos fue continúa y acertada, salpicando su repertorio con alguna pequeña joya de sus éxitos de siempre como “The River”, a la que le dio una vuelta de tuerca cambiando la armónica por un pito, y una alteración sugerente en la melodía del estribillo que imposibilitó a la grada – karaoke poder cantarla con la soltura deseada. Yanqui hortera como sólo él puede ser, y con sonrisas y gestos robados al Stallone más denigrante, dedicó una canción a Andalucía con la sapiencia de sacar a los presentes un encendido a aplauso. El ritmo del concierto tampoco fue para aburrirse, haciendo de las subidas de escalas el mejor de los efectos con el no perder fuelle en lo monótono que hubieran podido resultar los compases populares estadounidenses. Es alucinante ver en plena era tecnológica una banda de estas características, sin duda puede servir de cruel moralina a las nuevas generaciones de la distorsión y los samplers, con las que comulgo fielmente, pero que dejan mucho que desear al lado del sonido de una banda como la de ayer. El talante y la honestidad de este viejo rokero, no dejó indiferente a nadie, haciendo que cada canción un espacio en el que habitar durante los extensos tiempos duración, mucho más allá del 3:55 o del 4:05 estándar del pop – rock.

El de Sprinsgteen es un circo que ha sobrevivido el paso de los años, y al que ni si quiera las nuevas tendencias del mercado han logrado dejarlo en paro. Siempre hay sitio para la música de siempre, más aún si el maestro de ceremonias es este tipo de flagrante espíritu. Lo de ayer fue para quitarse el sombrero. Amigo Boss, mi más sincera enhorabuena... Bull killer!

Muerto al Vacío

Muerto al vacío. Como una lata de sardinas. Como una idea absurda que se conserva en la memoria. Sin colorantes. Sin aditivos. Vacío. Rodeado de otros de mi especie. Despiezado. Despreciado de mi propia espina. Para no hacer daño a mis consumidores. Para no dejar que me consuma la vida. Para no vivir perdido en un mar de aceite. Vacío. Como un agujero oscuro. Hacia el azul de la luna. Hacia el metal de mis sueños. Y me dejo caer. Y salto. Y me pierdo. En la desazón de la estrechez. En el fin de mis días vacíos. Sucio. Caduco. Inerte.

5 de octubre de 2006

Paloma (II)


Mi vida, fuimos a volar, con un solo paracaídas.
Uno sólo va a quedar, volando a la deriva.

Andrés Calamaro

Paloma (I)


Una paloma apoyada sobre el vértice de una antena de televisión saca fuerzas para cagar. Parece que ya nada tiene sentido. Ni a los roedores les queda mierda para ensuciar el mundo (...)

Fragmento de Oxígeno