15 de mayo de 2009

La lucha de un gigante

Si hay algo que cada día disfruto más al oír una canción es la capacidad que tienen para transportarte en el tiempo, dejándote clavado en un estado atemporal y metafísico, extraño y fantástico a la vez, que has vivido y que regresas a él con el vicio y la sabiduría de los años. Memoria sensitiva que se reproduce en fotogramas congelados de extrema felicidad o tristeza, a veces divertida y, otras muchas, cruel. Antonio Vega fue uno de los que ha conseguido esto mismo, y durante un tiempo representó para mí algo más que un puñado de buenas canciones con las que reír o llorar.
“El chico triste y solitario”, que hacía que su fragilidad muchas veces se convirtiera en vigor, y que nos ayudaba a pensar con letras cargadas de belleza y sosegada reflexión vital, ha dejado clavados versos que me dieron la capacidad de entender que la música popular que hoy escuchamos es más (y debe seguir siendo) que una estructura musical en 4x4 sacada del círculo de quintas, con textos facilones para el ancho público. Un tipo de una sensibilidad extrema, de un talento exquisito, y de una carga emocional que muy pocos (y menos hoy), han sabido darle a una canción pop - rock en castellano. Por mucho que le hayan querido etiquetar ha permanecido alejado a las definiciones propias de su generación, siempre bajo una estética intimista y a veces liberadora que le daban una concepción artística muy particular. Quizá, el haber pertenecido a la revolución madrileña, le imbuyó de lleno en la atmósfera de una sociedad de cambio, que, como a otros muchos, le hizo quedarse en ella. La heroína le ancló a los 80 para siempre, y ella fue también la que le dio ese carácter introspectivo y distante, que al menos para mí, le hacían más enigmático. Su adicción le (y nos) robó una parte de su creación, con discos inacabados en los que entre tinieblas se vislumbrada un radiante universo sonoro y léxico. Sin embargo siempre brindaba una joya que nos hacía entender que seguía ahí, en la lucha, en su particular lucha de gigantes.
Va a ser imposible olvidar momentos sublimes vividos con canciones como “Esperando Nada”, “Atrás”, "Una Décima de Segundo", “Pasa el Otoño”,”A Medio Camino”, “Tuve que Correr”, por señalar sólo alguna de ellas. Su muerte me ha hecho viajar por el espacio tiempo de mis raíces, al sitio de mi recreo, al patio de colegio en el que presumáis del vinillo que te habías comprado el día anterior, y que era un pequeño tesoro en tu poder. Hoy ya no se compran discos, y por fortuna, la música ha dado un giro radical de un tiempo a esta parte. Todo continúa, el mundo y las canciones se seguirán dejando llevar por la inercia del tiempo, y ya sea en CD o en el ipod, hay de artistas que no pueden faltar para que continúen haciéndonos vibrar nuestros días… Antonio Vega es uno de ellos, le echaremos de menos.

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