21 de junio de 2008

El Plan 3000

Cuesta abrir los ojos cuando es difícil contemplar lo que hay a tu alrededor. Una luz exquisita, limpia y brillante, perfecta para iluminar un retrato fotográfico, aquí, en el Plan 3000, recoge instantáneas de calles sin higiene, sin dignidad y sin otra preocupación que la de subsistir. A fin de cuentas todos lo hacemos de una u otra forma.

Este suburbio se localiza en el séptimo anillo de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), y en sus calles habitan más de 250.000 personas viviendo en condiciones infrahumanas. Un barrio creado por una riada que terminó albergando a más gente de la posible, y que siguió acogiendo a emigrantes provenientes del Altiplano, en su mayoría Collas, ante la llamada de un puesto de trabajo (cabe recordar que esta ciudad es el lugar en el que concentran los hidrocarburos nacionalizados por Evo Morales). Exceptuando dos avenidas, el resto de las calles no tienen asfalto, y en prácticamente todas no existe el drenaje necesario para garantizar una mediana salubridad. Si a ello se le suman las lluvias, que convierten prácticamente todo el Plan en un barrizal, no hay le menor duda que quizá no sea el mejor sitio para pasar unas vacaciones.

Sin embargo, el barrio esta lleno de vida, de niños que corren por las calles jugando con un perro esquelético o en un campo de fútbol que más quisiera ser un patatal, de comerciantes ambulantes vendiendo fruta, de gente que ve el partido de España de la Eurocopa tomando una Paceña (la cerveza del lugar), de puestos en el popular mercado del Plan que ofrecen cualquier cosa usada, de karaokes nocturnos esperando la llegada de un nuevo talento de la canción, de taxistas que suben el volumen de su radio cuando suena el Chiki – Chiki, de mujeres arreglándose el pelo en una improvisada peluquería a la vera de un lodo infecto… Un sistema vital en medio de la mediocridad, y en cuyas chabolas no deja de atufar a resignación. La falta de ambición, tan carente en el primer mundo, aquí se convierte en el devenir de una sociedad que parece condenar su futuro a eso, a no querer más que lo tienen porque saben vivir sin necesidades creadas, o sin las exigencias del imperio (esto me ha quedado un poco castrista).

Esta normalidad es la que engrandece a este lugar, y también la que disfraza su miseria ante la realidad que nos ofrece nuestro adorado primer mundo. Niños trabajando con tan sólo siete años para llevarle dinero a su padre alcohólico, alumnos que se duermen en el colegio porque su estomago esta vacío, madres que alimentan de té a sus hijos para engordarlos y así pensar que están creciendo, chabolas de cuatro metros cuadrados (y creo que me paso) en los que habitan los diez miembros de la familia y dónde tienen que hacer de todo (comer, discutir, follar… Bastante difícil que un crío haga los deberes ahí, ¿no?), padres que abandonan a sus hijos emigrando a España en su búsqueda de El Dorado… Una buena dosis de realidad, pero sobre todo, una buena dosis de indignación.

Cualquiera es capaz de adecuarse al exceso o a la carencia, pero… ¿y a la indiferencia del mundo? Es jodido, pero es así, miramos para otro lado, es igual que cuando sólo nos acordamos de la muerte al pasar una ambulancia a nuestro lado, ¿cuando nos acordamos de la gente que pasa hambre? Cuando la tocamos, cuando metemos el dedo en la yaga y comprobamos que es verdad, que no es una invención para lavar las conciencias mientras vemos la tele, que no es un gorrilla que te pide cincuenta céntimos cuando aparcas el coche… Existe.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Quizá no puedas enmendar el asfaltado de las calles, darles de comer a los hijos enmpachados de té o convertir las chabolas en una pequeña casita confortable y limpia para vivir, pero vas a sacar muchas sonrisas de muchos rostros desfavorecidos y, sobre todo, te vas a traer a toda esa gente de vuelta contigo para intentar, al menos, abrir un poco más las mentes de quienes te rodean y saber taparnos la boca cuando la queramos usar para quejarnos de lo que no tenemos, o lo que tenemos.

Mucha suerte y disfruta.

Elena

Anónimo dijo...

me siento muy orgullosa de ti mi vida.
tq gordo

Anónimo dijo...

Hola Jorge, yo, tu amante, así como esa que te ha puesto que se siente muy orgullosa de ti, tambien me siento muy oirgulloso de ti, gordito. Cerdo que soy el Carlos que me alegro que te vaya bien, te entiendo tanto a la vez que te envidio tanto. Una imagen que se me quedo grabada y no tiene que ver con la pobreza pero es impresionante. Acercate con la camara a un taller de coches, y sutilmente cuando veas cambiar la cubierta a una rueda sacame esa foto. Es acojonante, lo hacen en 1 min. a hachazos limipio y les queda de lujo.CUIDATE Y SE FELIZ.

Anónimo dijo...

Mucha suerte en este nuevo periplo. Esperamos que tus deseos se cumplan. Besos desde la Colonia de Santa Inés (Málaga)

Jorge Peña dijo...

Hola a todos! Gracias por vuestros ánimos. Por aquí todo bien, adaptándome a la velocidad boliviana (a veces bastante desesperante), y sobre todo, a la realidad de este desastroso país, no os haceis una idea... En fin, empezando a hacer cosas del proyecto de documental, y con ganas de estar a tope que espero sea la semana próxima, con una actividad en un Centro de Día de niños trabajadores... Ya os contaré.
Besos y abrazos.
Jorge