12 de septiembre de 2006

Juego Limpio

Quieren sopa, pues, dos tazas... Aquí os subo un artículo que he escrito para "La Fragua", la revista que edita Horacio Eichelbaum...

Juego limpio

La provincia de Málaga se configura como un suntuoso palacio natural, no en vano, de sus 7.276 km² de superficie, el cincuenta por ciento son zonas protegidas con alguna catalogación legal. Espacios de diversa índole que van desde las alucinógenas formaciones rocosas del Torcal, a los costeros acantilados de Maro, pasando por lo extensos pinsapares de la Sierra de las Nieves que bien merecen su catalogación de Reserva de la Biosfera. Cifras y paisajes que muestran objetivamente la importancia de nuestro territorio. Aunque no todos especulan igual sobre esta realidad en números, si bien la maquinaria del hormigón y el ladrillo se prevé convertir en la protagonista de una película de terror con tintes apocalípticos, con un nuevo escenario alejado esta vez del litoral mediterráneo.

El paisaje del interior de la geografía malagueña sucumbe a las necesidades de una denostada Costa, que ya no esconde ni un rincón en el que poder cimentar su negocio. Y a los problemas, soluciones… Así, para continuar con el engaño, las últimas corrientes tienden (que no la ropa) hacia un nuevo turismo residencial. Como bien señala el Plan Qualifica llevado a cabo por la Junta de Andalucía, la Costa del Sol se encuentra “agotada” (y tanto, con lo que ha tenido que soportar), y aboga por nuevos públicos que dejen su dinero durante más tiempo, ofreciendo servicios de calidad con nuevos productos que diversifiquen la oferta. ¿Y en que se puede traducir esta ecuación? En construir complejos de descanso con campos de golf, en los que los residentes temporales se instalen a sus anchas, en espacios en los que no haya ni un ruido, y con un cierto tipismo a su alrededor. O lo que es lo mismo, convertir el sotobosque en césped, los árboles en palos con banderines para marcar los hoyos, los manantiales naturales en lagos artificiales (eso sí, de agua reciclada), y cambiar a los autóctonos y sus tradiciones por el objeto mismo de la inversión, turistas y sus circunstancias.

Pero los efectos de esta devastadora metamorfosis no acaban aquí. La construcción de estos complejos de “ocio y diversión” necesitan de la arena que los sustente, por lo que se abrirán nuevas canteras que darán al paisaje nuevos agujeros en las montañas malagueñas, que a su vez contaminarán de polvo la atmósfera del aire que respiramos. Y lo más importante, hay que hacer llegar el agua al lugar menos adecuado bajo cualquier parámetro, saltándonos, como no podía ser de otra manera, la estricta política de ahorro de este escaso bien tan preciado.

Un panorama nada alentador, si a esto le sumamos la gestión llevada a cabo por muchos de los mandatarios de los municipios, que ven en el chalé adosado como el mejor síntoma de progreso y esperanza para su localidad. Sin olvidarnos de los corruptos, que compran terrenos de forma privada para luego recalificarlos desde su estatus de poder. Parece un largometraje demasiado real, con demasiado color para que se destiña con el tiempo, con demasiados intereses para dejarlos escapar por “cuatro árboles”… Ahora disponemos de herramientas para construir un futuro razonable y acorde a las necesidades de los municipios. Ahora es el momento de borrar la imagen de las futuras postales, con la silueta de una montaña recortada en forma de edificios.

La restricción de los nuevos PGOU es uno de los medios para frenar el holocausto de este territorio, pero no el único. La llegada de inversiones que fomenten las industrias de transformación de alimentos, principalmente; la apuesta por un turismo rural en armonía con el hábitat que impulse la desestacionalización; el estudio urbano para su construcción bajo parámetros energéticos, estéticos y con un planeamiento sensato, así como la defensa y explotación de las tradiciones que mantengan la autenticidad de muchos de los rincones de las comarcas; son algunas de las medicinas que necesita este enfermo de salud delicada, que puede caer en el cáncer terminal del delito urbanístico. En definitiva, la aplicación de políticas de desarrollo sostenible reales, que fomenten el tejido socioeconómico, y que hagan a su vez reales la existencia de la población en el territorio, sin caer en el bunker sin salida del golfista. Siempre hay palos para sacar la bola de la arena, aunque si la arena la mezclamos con cemento seguramente sea impracticable el terreno. Deportividad ante todo, y démosle una oportunidad al juego limpio.

1 comentario:

umla2001 dijo...

¿Qué más puedo decir, si tú ya lo has dicho todo? Me ha encantado tu texto. Y lo más importante, que tenga difusión, a ver si empieza a calar en las conciencias de los responsables.

Es difícil, pero hay que seguir soñando con la utopía de conservar lo más preciado que tenemos.

Besos.